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La atracción de talento pasa por ofrecer planes completamente personalizados para cada empleado

El cambio demográfico, con la reducción de demandantes de numerosos empleos, los bajos sueldos, la falta de retribuciones flexibles y de compromiso real con los trabajadores han desencadenado ya una “guerra” laboral por captar a los mejores 

Susana Pérez de Pablos

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31 de diciembre de 2024

Las reglas del juego han cambiado. El alfil ya no se mueve despacio, casilla a casilla y la reina ya no puede recorrer el tablero a su antojo en cuanto vea un hueco. Los alfiles no quieren moverse si no les interesa mucho la jugada y la reina no encuentra esos huecos para desplazarse. Esto es lo que empieza a pasar en el mundo laboral, siendo, obviamente, los alfiles, los trabajadores y la reina, la empresa. Los principales elementos que han motivado este cambio en las reglas son los cambios sociales y económicos, que han provocado que las generaciones más jóvenes se hayan acomodado, casi por obligación, a ganar menos, pero a seguir viviendo con sus padres; a no aceptar trabajos que no les aseguren parte de teletrabajo, así como tiempo libre para conciliar con otras prioridades de su vida. Que ya no son sólo el cuidado de los hijos (o mejor dicho, del hijo o hija). Ahora entran en juego el tener tiempo para ir al gimnasio, viajar, o para hacer las actividades que les apetezcan.

Pero todo esto es sólo una parte de las nuevas normas sociales a las que se tendrán que adaptar las empresas si quieren, hoy por hoy, contratar a las personas con la cualificación que realmente necesitan para que el proyecto de su compañía sea un éxito. La gente se ha cansado de escuchar la cantinela tan común en la última década de “pensamos en las personas”. Porque tras escucharla, o, mejor dicho, tener el valor de ponerla en un eslogan, tiene que haber medidas que lo demuestren. Y, si no las hay, el trabajador, y más aún los jóvenes de los que hablábamos antes, no estarán interesados en esa compañía y mucho menos en implicarse, como ocurría en el siglo pasado, con la “cultura empresarial” para sentirse parte de ella. 

Los recientes acontecimientos sociales y económicos han desencadenado una revolución laboral y una “guerra por el talento”

“El mercado laboral lleva algunos años viviendo su particular revolución. La digitalización, la pandemia y el auge del teletrabajo lo han conseguido dinamizar como nunca antes, algo que se ha traducido en una gran ‘guerra por el talento’”, explica Nacho Travesí, confundador y CSO, en la empresa especializada en planes de beneficios para empleados y retribución flexible  Cobee. “Además, cada vez tienen más importancia la estrategia de marketing, el branding o incluso la responsabilidad social corporativa (RSC) que lleva a cabo la empresa y cómo es percibida por la sociedad. Es decir, las compañías están centrando sus esfuerzos en ser reconocidas como polos atractivos para el talento para conseguir seducir a esos perfiles que necesitan para mejorar sus resultados”, añade este experto.  

Los principales porqués de esta situación son, por un lado, los bajos salarios generalizados, que representan a menudo una tercera parte de los que por los mismos trabajos cobraban generaciones anteriores, cuando el coste de la vida se ha multiplicado por n, dependiendo del caso. Y, por otro, a los cambios sociales que han llevado a que los jóvenes talentos no tienen que compartir casa con cinco hermanos, sino que disponen de su propia habitación; les resulta imposible comprarse una vivienda propia cuando se empieza a trabajar, como sí pudieron hacer sus padres y abuelos; y, para colmo, tampoco perciben que la vayan a necesitar, algún día la heredarán y sus padres, que ya se empiezan a jubilar, han trabajado como mulas y tienen una pensión razonable y un piso pagado.

El resultado de todo esto es que no hay trabajadores con la formación que necesitan muchas empresas (que puede tratarse desde de un titulado en FP, a un camionero o un ingeniero). Pero no porque no existan esas personas en el mercado, sino porque la mayoría de las compañías no están acostumbradas a ponerse en el lado del empleado por lo que no son capaces de captar y retener ese talento.

“Es un triángulo con tres vértices. En uno está la retribución; en otro, la conciliación, y en el tercero, la carrera profesional”, comienza por explicar el profesor de Estrategia en la Deusto Business School, Guillermo Dorronsoro. “Las nuevas generaciones quieren retribuciones con las que puedan comprar un ordenador o tener ventajas fiscales, pero también valoran mucho los jóvenes que la empresa les permita la conciliación del trabajo con su vida personal”, explica este experto. Y es que a menudo las empresas han relacionado requisitos de este tipo que buscan, sobre todo los jóvenes, con la falta de compromiso. Un error del que algunas ya empiezan a ser conscientes, aunque sea por la necesidad de ir adaptándose a esas nuevas reglas de juego. 

Travesí, de Cobee, ahonda en esta misma línea: “Para captar talento Las empresas tienen que apostar por métodos como la formación in company o incluso los planes de formación ad hoc, pensados para cada persona, ayudarán a los profesionales a reciclarse, a mejorar sus aptitudes y a conseguir ser más competitivos. Y también es importante forjar una cultura empresarial sólida y atractiva que pueda ayudar a diferenciar a tu empresa y atraer perfiles que compartan los mismos valores y objetivos”, añade este experto. 

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La comunicación interna y la flexibilidad laboral deben ser reales, con opciones lo más personalizadas posible

Que haya una comunicación interna real y efectiva entre la empresa y cada trabajador, así como una flexibilidad laboral real (es decir, con opciones muy diversas como teletrabajo, horarios flexibles o adaptables a las diferentes situaciones de los empleados), salarios y beneficios competitivos, un ambiente de trabajo agradable y realizar evaluaciones continuas para identificar malestares, áreas en las que se puede mejorar el ámbito de trabajo, la situación de los empleados o incluso la productividad ligada a más incentivos o retribuciones en especie, desde el pago de las comidas, al colegio de infantil, al transporte o la gasolina o incluso a la libertad de dedicar una parte de retribución dineraria a lo que necesiten cada uno cada año, dentro de las que están recogidas legalmente en estos conceptos por la ley que regula el Impuesto de la Renta de la Personas Físicas (IRPF). Ventajas que se empiezan a considerar como una especie de “salario emocional” de los empleados.

“Las empresas tienen que comprometerse a comprometerse”, insiste Dorronsoro. Es decir, hacer un esfuerzo por entender que si, de alguna manera, ahora muchas personas consideran que no merece la pena comprometerse mucho con una empresa es también porque han aprendido que las empresas no se comprometen con las personas”, resalta el especialista en estrategia de la Deusto Business School. 

Ahora las reglas han cambiado y las empresas tienen que “comprometerse a comprometerse” con los empleados

En generaciones anteriores todo el mundo trabajaba en una empresa hasta que se jubilaba. Eso ya no existe eso, se ha perdido. Y muchas personas ya no trabajan hasta su edad de jubilación. Ya no tienen, por tanto, ese compromiso porque tampoco tienen esa confianza en que la compañía les va a apoyar hasta ese momento, según recalcan los expertos.

Y a todo esto hay que unir el hecho de que las generaciones que están accediendo al mundo laboral son mucho menos numerosas que aquellas de antaño. Por lo tanto, las empresas empiezan a tener problemas para atraer y fidelizar esos nuevos talentos. “Pero no falta solamente talento con una alta formación, un ingeniero nuclear, empieza a faltar de todo, camioneros y personas, en realidad, en toda la cadena de ocupaciones”, puntualiza Dorronsoro. “Este problema demográfico ha provocado que ahora no encuentran gente para hacer tareas que son fundamentales para la empresa”.  

Las nuevas generaciones viven con sus padres, sí quieren trabajar, pero no a cualquier precio, y según en qué condiciones, cosa que las generaciones no se podían plantear, tenían que trabajar sí o sí. Sí quieren independizarse, pero no pueden ni  siquiera pagarse un alquiler para vivir solos. Porque también es cierto que las generaciones anteriores ganaban sueldos mucho más altos, en proporción al coste de la vida, que los que se ofrecen ahora y que, si trabajaban, se podían comprar una vivienda propia, cosa que ahora no ocurre.  

En conclusión, resalta Guillermo Dorronsoro, “si las empresas quieren atraer el talento que necesitan para poner en marcha sus objetivos tienen que ofrecer a los empleados sueldos y ventajas competitivas, una carrera profesional real y comprometerte de verdad con su gente”.

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