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‘Greenwashing’, entre el lavado de imagen y la transparencia empresarial
Los expertos aconsejan que las medidas anunciadas sobre el respeto al medio ambiente incluyan informes fiables que fortalezcan la reputación corporativa
Susana Pérez de Pablos
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24 de diciembre de 2024
Cuando, en 2015, se supo que la compañía petrolera ExxoMobil tenía documentos desde los años setenta que decían que llevaba sabiendo las predicciones que iban a tener los efectos del calentamiento global, saltaron todas las alarmas en muchas empresas y algunas demandas por ocultar información. Un informe que dio lugar a no pocas demandas contra la compañía por engañar a sus accionistas. Señalaba que la compañía conocía, desde hacía décadas, que la previsión era la de “un calentamiento con dramáticos efectos medioambientales antes de 2050 y potencialmente catastrófico”.
Pero el tema volvió a las portadas de los medios justo a principios de este año. El pasado enero, la revista científica Science publicó un análisis detallado de aquellos documentos que se habían sabido 2015, realizado por científicos de la Universidad de Harvard y el Instituto de Investigación del Impacto del Clima de Potsdam (Alemania). Concretaba que la petrolera descartó una transición hacia una era glacial, en favor de una “superinterglacial” inducida por el CO2; estimaron que el calentamiento comenzaría a detectarse sobre el año 2000, cuando ya lo sabían, así como datos tan concretos como el aumento de la temperatura de unos 0,2 °C por década.
Además, el mismo estudio de Science apuntaba más allá del sector petrolero, ya que señalaba que la patronal del petróleo y el gas en EEUU manejaba datos sobre el calentamiento global antropogénico desde la década de los cincuenta; la industria del carbón desde los sesenta; las eléctricas, la petrolera Total y las automovilísticas General Motors y Ford desde los setenta, y la compañía Shell, desde los ochenta.
Un informe de este año volvió a dinamitar la reputación corporativa de algunas industrias por ocultar datos sobre la contaminación ambiental
Este escándalo sobre la ocultación y manipulación de información de la que disponían las compañías petroleras y las industrias cercanas caló hondamente en la ya conflictiva imagen que tenía la ciudadanía de estas compañías. Cabe recordar que esa década, la de los setenta, fue precisamente cuando se empezó a alentar el reciclaje de plástico, a pesar de los informes negativos de los que la industria dedicada a ello tenía conocimiento. En la actualidad, se calcula que aún se recicla el 10% del plástico, según denuncian las organizaciones ecologistas como Greenpeace, que aseguran que dos de los siete tipos de plásticos que se etiquetan como reciclables lo son de verdad.
Así, para evitar el concepto greenwashing (es decir, ecoimpostura, lavado de imagen verde o ecopostureo, según define el diccionario Fundéu RAE) es preciso un enfoque adecuado de las medidas que se adopten de respeto al medio ambiente, así como de la forma en la que se transmiten a los usuarios.
Para colmo, en 2021 se publicó otro informe (en este caso, en Mashable) que denunciaba que el origen del concepto de huella de carbono, así como la creación de calculadoras que permiten a cada persona u organización saber el grado de contaminación que aporta con sus actividades diarias al efecto invernadero, fue idea de las petroleras. Según ese artículo, la idea partió de una campaña de publicidad contratada a la empresa Ogilvy & Mather con la idea de que la culpa de la contaminación y del cambio climático es de la actividad de la ciudadanía, no de las petroleras. Es decir, del consumo, no de la producción.
Es por esto que hoy la idea de la huella de carbono y sus calculadoras están muy cuestionadas. Es verdad que buena parte de la ciudadanía, como señalan los ecologistas, sigue creyendo en que la huella de carbono que genera cada individuo es la culpa principal el calentamiento global. No ocurre lo mismo en el ámbito científico y en buena parte del empresarial.
De ahí, que las iniciativas relacionadas con el greenwashing, corren el peligro de interpretarse como un ocultamiento de una posible responsabilidad de la actividad empresarial en la decadente salud del medio ambiente.
Para evitar el ‘greenwashing’, los datos deben ser transparentes e incluir análisis independientes que los corroboren
Hay quienes las defienden como propuestas válidas, con independencia del origen que las inspiró, mientras que otros rechazan categóricamente este desplazamiento de la culpa a los ciudadanos como un greenwashing que disimula la responsabilidad de las compañías. En este punto, y en un momento en el que la apuesta por la sostenibilidad es prioritaria para las empresas, caben dos situaciones. Algunas en las que las apuestas por proteger el medio ambiente, en la medida de los posible, son reales, dependiendo del sector en el que se trabaje, o la venta de esa imagen, sin datos transparentes que avalen que se está construyendo a ello de verdad de una forma relevante. Y, sobre todo, con datos, que lo demuestren.
Así, la mayoría de las empresas de comunicación o marketing relevantes dan consejos sobre cómo hacer para transmitir que la compañía tiene una responsabilidad ecológica real dejando claro que no es un greenwashing. Uno de los expertos en comunicación y diversidad, Manuel Ramírez resume los principios fundamentales a la hora de transmitir esa imagen de “respeto medioambiental”. “Lo primero es no exagerar más allá de lo que de verdad se puede hacer para respetarlo”, señala este experto. “Obviamente, por falta de honestidad, pero también porque se corre el riesgo de que los clientes no acaben de creérselo”. Y, aunque esto puede no sonar muy plausible, sí lo es, según los expertos. Porque cada vez hay más datos al respecto, como demuestran las investigaciones citadas y la gente está mejor informada sobre las verdades y falsedades relacionadas con el cambio climático. Esto, sin incluir en estos razonamientos a los “negacionistas” del mismo, un caso aparte que requeriría un análisis específico.
La transparencia que mencionan los expertos incluye el integrar en la empresa medidas de respeto al medio ambiente que sea realmente plausible cumplir, así como “que sean demostrables y vayan acompañadas de informes independientes que las corroboren”, insiste Ortega. De otra manera, la “moda” del respeto al medio ambiente que empiezan a percibir ya muchos consumidores en los mensajes exagerados de algunas compañías, por un lado, y demasiado habituales, por otro, ya, en general, se puede volver contra ellas, bien en modo de desconfianza del consumidor o en mala reputación en el sector.
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